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Librophonia; porqué estos (esos o aquellos), no quieren leer

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Llevamos semanas comentando que cuando se trata de leer, se encuentran toneladas de curiosidades; gadgets, inciensos, grupos de acompañamiento, vestimentas, soundtracks, snacks, espacios favoritos, tipos de iluminación, métodos de respiración, podcasts, apps que leen por ti, costumbres, rituales, posturas, horarios, listas enormes de cosas raritas y curiosas. esta semana, haciendo eco a una reflexión escuchada en el transporte público, hablaremos un poco en torno al porqué los niños y los adolescentes (en algunas casas y casos, tampoco generalizaremos) de repente no quieren leer.

Este tema se le debía a alguna mamá o papá; también a una maestra o dos o tres; es, como siempre, un punto de vista personalísimo, con todo el animo de reflexionar, de compartir ideas, de dialogar; no pretende ser ni una receta ni un mantra, contiene errores de apreciación y sesgos académicos, no se agarra de ninguno de los manuales en torno al fomento a la lectura y está sujeto a los guayabazos de los que si le hacen a esas cosas, también a los sectarios y a la intelectualidad en general. aclarado lo anterior, ahí va la idea.

Es casi un asunto generacional, por tanto, continuo, el decir que los que siguen no hacen algo bien, asumiendo por tanto que los que censuran si están haciéndolo del modo correcto, lo curioso es que los anteriores hicieron lo propio y la cadena sigue; incluso alguna vez Octavio Paz habló de que una generación cuestionaría (o incluso negaría) a la anterior, o algo así. Es así que escuchar decir que “los niños o los jóvenes no quieren o no les interesa leer” es uno de muchos temas casi de cajón en cada generación. Los abuelos lo decían, agitando algún libro de la época, nuestros padres lo dijeron, llevando bajo el brazo algún latinoamericano, la generación que tiene entre 30 y 40 años lo dice (aunque lo niegue) agitando algún libro contemporáneo o sosteniendo un lector digital lleno de ebooks y epubs, mientras la generación amonestada torció los ojos, suspiró con irritación contenida y siguió haciendo lo que e interesaba en el momento de la parrafada.

El punto es, que al margen de todo, cada generación, a su modo y en sus condiciones, va a leer algo, por cierto que no siempre es algo que sea del agrado de sus mayores, muchas veces incluso contraviniendo los intereses o gustos de aquellos mayores; leyeron pulp y ciencia ficción, leyeron la onda y a los beats, leyeron el boom cuando era, luego corrientes cyberpunk y algunos fanzines, luego vino la generación que prefirió literatura “para jóvenes” y se enamoró de vampiros y góticos y distopías empoderadas y leyeron. En todos los casos leyeron algo que no siempre fue del agrado de sus mayores y a menudo fue catalogado como “desechable o cuestionable o escandaloso”. Nieguenlo o pidan que lo nieguen.

La otra cara, es, los que de plano no leyeron, ni en aquellos tiempos, ni en esos ni en los de ayer ni en los de hoy; que cierto es, son una cantidad y un porcentaje nada despreciable, los que no recibieron censuras ni regaños porque no leían, de voz que algunos que tampoco leyeron y sus anteriores que tampoco lo hicieron y es simple. La realidad es que los que leyeron y fueron amonestados y luego amonestaron y perpetuaron el ciclo lo hicieron porque alguien les dio ejemplo, porque vieron a alguien leer y emocionarse y amar un libro, crecieron viendo a alguien en su entorno leer y de ese modo sintieron curiosidad y les surgió el interés por los libros, quizá recibieron sus primeros libros de manos de sus mayores y en algún punto eligieron, marcaron sus intereses particulares y desarrollaron su propio gusto y luego cuando fueron mayores y fueron vistos leyendo y el ejemplo fué un imán, arrastró, impulsó a la siguiente generación. Es simple, no se puede pedir algo que uno mismo no hace.

El tema da para más. así que, seguiremos en ello. pensemos, reflexionemos, leamos y dejemos que nos vean leer, fomentemos pues la lectura en los niños y adolescentes, no obligándolos, sino más bien, leyendo con ellos, dando el ejemplo.

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Librophonia
Dice (el) que hace muchas cosas; algunas se escuchan, otras se leen, otras se ven y hacen ruiditos. Dice que es muchas cosas o poca cosa. Depende.

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