Entre las propuestas para hacer buenos propósitos lectores que se comentaron en las semanas anteriores se incluía la conformación de pequeños (o grandes) lotes de libros destinados a la donación de libros, una actividad que debería formar parte de las prácticas y costumbres de los lectores, una muestra de filantropía y de altruismo desinteresado, una manera de ayudar a quienes no tienen posibilidades de acceder fácilmente a libros y también, una manera de hacer circular buenos materiales de lectura, que de otra forma solo acumularían polvo y abandono en los libreros y las estanterías.
¿Cómo iniciar, como saber, como establecer cuando es el momento para hacer una donación de libros? ¿Cómo definir cual o cuales, de los libros que tenemos en nuestro espacio lector son los adecuados para ser entregados a otras personas? ¿es esta una actividad sólo para las organizaciones, para los magnates, para los grandes emporios? ¿puede un civil de a pie llevar a cabo una actividad de este tipo?. La respuesta es simple: SI.
Iniciarse en la donación de libros depende más bien de la intención y de las ganas de extender el gusto por la lectura entre otras personas. El momento puede ser cualquiera y la cantidad de materiales de lectura a donar puede ir desde un libro hasta una caja completa, de acuerdo también a las posibilidades y capacidades económicas y materiales del donante. Ya lo hemos comentado ampliamente: Se puede donar un libro sencillo al adolescente vecino que es estudiante, una versión condensada o ilustrada a la pequeña o pequeño que comienza a leer como apoyo y refuerzo de su repaso escolar, un libro en buenas condiciones al joven universitario o al adulto mayor para acompañar sus tardes de contemplación en casa. Un libro con infografías al niño que quiere saber de dinosaurios, una buena novela de aventuras o de ciencia ficción al chico o chica de secundaria que quiere leer mas allá de los textos escolares. Se puede también donar material a las salas de lectura populares, llevándolos a las bibliotecas comunitarias en algunas zonas de las ciudades, puede implementarse la idea de llevar paquetes de libros a las salas de espera o en el área de enfermería en los hospitales o incluso colocando pequeños lotes en algunas librerías o cafeterías donde la donación altruista es apoyada e incluso incentivada con café gratis. Hay incluso organizaciones dedicadas a recolectar libros de uso y realizar ellos mismos la repartición en sitios previamente definidos.
Lo que si debe tenerse en cuenta a la hora de donar libros es que el material, aun de uso, tiene que estar en buenas condiciones generales y sin deterioro ni maltrato excesivo, con sus páginas completas y sus lomos y pastas en buena forma. Si bien no en condiciones inmaculadas, se trata de que, al donar algo, esto tenga una cierta vida útil para otros lectores, no se trata de donar materiales ya casi de desecho o en condiciones de basurero. Es tan sencillo como revisar nuestro librero, nuestro estante y encontrar libros que han cumplido su ciclo de vida en nuestro hogar, seguramente todos tienen uno o varios libros dignos de ser compartidos con otras personas. Si hay disposición y recursos; puede incluso hacerse un fondo para donación entre grupos de amigos lectores y acudir a lugares de venta de libros nuevos o de uso al mayoreo y adquirir buenas ediciones en pasta blanda y repartirlo en lotes, a fin de que cada donante pueda compartirlos en sus entornos particulares. Siempre será sencillo encontrar una oportunidad de donar un buen libro a alguna persona, siempre se encontrará o saldrá a la conversación el caso de un lector nuevo o de algún estudiante ávido de lecturas o de alguien que quiera leer y por situaciones diversas no tenga materiales de lectura. Es el momento adecuado para hacer una donación, como todo, es cosa de buscar entre nuestros libros algunos y luego, compartirlos, donarlos pues.
Librophonia; De la importancia de la donación

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