En este lugar alentamos la donación, el préstamo, el intercambio y la circulación de libros. Hemos propuesto una y otra vez mecanismos de apoyo y fomento a la lectura; desde la piratería ética hasta la creación de bancos de libros comunitarios y en linea, repasamos los círculos de lectura, la lectura acompañada y algunas otras varias ideas para que los libros sean estos de papel o electrónicos circulen y lleguen a otras manos y a otros lectores.
Comentamos sobre lo que debieran ser algunos de los comportamientos deseables de todo buen lector y de las formas y manejos de los libros y de las cosas que se supone tendrían que ser prácticas comunes entre todos los amantes de la lectura y una y otra vez de un modo y otro remarcamos que no es aceptable ni honorable el maltrato ni el robo ni la deshonestidad como parte de los manejos de un lector.
Sin embargo, cada lector tiene en su historial personal al menos un caso de un libro que se perdió y una queja sobre un libro que le pidieron en préstamo y que nunca regresó a su librero. Ocurre que el libro perdido a veces salió en las manos del lector y fue olvidado en alguna mesa de café o en una sala de espera o encima de una mesa de trabajo o una computadora o un banco del parque o de algún sitio. a veces se deslizan de la mochila o de la bolsa y se caen y el golpe pasa inadvertido entre el bullicio de la vida, en otros casos se desvaneció del librero y no está muy claro como fue que pasó; si en medio de la visita de los muchos (o pocos, según el perfil particular) amigos o en alguna mudanza o en una de esas jornadas de desvieje de papeles y cosas terminó por error en la caja del reciclado y se fue para no volver. Puede pasar (porque pasa) que el libro en realidad no se perdió, sino que en una visita de algún conocido, en uno de esos momentos de bonhomía y de filantropía librera, fue primero presumido y luego ofrecido como préstamo o incluso como obsequio entusiasta en medio de los vapores de la alegría por la visita y por los aperitivos y digestivos y libaciones y al pasar los días la rutina y la vida hacen que la acción sea olvidada.
El que esto escribe ha sabido de cajas de libros perdidas en el traslado de una casa a otra; de maletas con libros que subieron a un avión y que terminaron en una cinta de equipaje en otro país o que simplemente no aparecieron jamás. También de libros muy preciados que desaparecieron en medio de borracheras monumentales o de fiestas familiares altamente concurridas. Hay un testimonio de un librero en una recicladora de papel, que se nutre de los libros que van apareciendo de cuando en cuando en las cajas y costales de desperdicios.
También de esos libros que fueron prestados de buena fe y confiadamente, de los libros que alguien pidió e incluso suplicó por ellos, de prestamos forzados o incluso de libros que fueron tomados muy a la mexican-way de “es mejor pedir perdón que pedir permiso” y en todos esos casos de una forma u otra los libros no volvieron. Entre excusas extrañas, perjurios, promesas del tipo “ahora si mañana te lo entrego”, negación del préstamo o el “yo no fui, me estás confundiendo con otro” hasta el que regresó una ruina de libro; desgarrado, deshojado, con el encuadernado arruinado, mojado, manchado o hasta una versión económica en plan “ahí está tu cochinada, para que no llores”.
En todos los casos el libro no volvió (o desapareció, acaso) y el tema es ese. la tristeza y el vacío tanto material como espiritual por una pieza de nuestra colección que no está, por el gasto que se realizó y que fue desperdiciado. Sirva el presente texto para dar constancia de esto y también para recordarle a usted, que si pidió un libro y no lo ha devuelto, lo haga, por amor a la lectura y por honor. Para que algún otro no esté tan triste. para que poco a poco sean menos los libros perdidos y los libros prestados que no vuelven.
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