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Librophonia; comer o no comer (al leer), esa es la cuestión.

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Decíamos, en semanas anteriores que cuando se trata de leer, encontramos todo un mundo de curiosidades; gadgets, inciensos, grupos de acompañamiento, vestimentas, tipos de iluminación, métodos de respiración, podcasts, apps que leen por ti, costumbres, rituales, posturas, horarios, soundtracks, snacks, espacios favoritos y una lista enorme de cosas que van de lo sublime a lo extraño. esta semana ahondamos un poquito más en torno al tema, en esta ocasión, hablaremos de la comida adecuada (o no) para leer.

Al visitar casi cualquier café y sentarse a disfrutar de una taza, ya sea de alguna aromática mezcla o de una infusión, de una bebida o de una cerveza en el caso de que el local lo permita, casi siempre encontraremos entre las mesas del lugar, a alguien disfrutando de su lectura o descansando la vista al menos. Es, hasta cierto punto, un pequeño cliché, Es en los cafés donde tambien pueden ser encontrados círculos de lectores y también en dichos locales es donde, en ocasiones se puede disfrutar de sesiones de lectura en voz alta, circuitos de poesía, slam o incluso de presentaciones de libros, fanzines y materiales afines a la lectura. Son las cafeterías lugares con cierta mística que atrae a los lectores y donde, se puede encontrar la perfecta cruza entre comida y lectura, bebida acaso, snacks, de cualquier modo. Todos hemos caído en el cliché, en el encanto, en la cierta sofisticación que trae disfrutar de la estancia en un sitio así y extraer un libro de la mochila, del bolso, del morralito y abstraerse mientras se saborea alguna bebida o se disfruta de algún bocadillo.

En algunos momentos los bares fueron también sitios donde la bohemia lectora hizo cita y donde, entre tragos espirituosos y botana menuda o ronda de guisos, se leyeron poesía y textos diversos; hay miriadas de poetas que confiesan o al menos pretenden haber leído y creado textos en cantinas, en bares y sitios afines; se dice que ciertos escritores icónicos encontraron en dichos lugares inspiración y público atento a sus primeros esbozos e incluso fanáticos que los siguieron y leyeron mientras hacían libaciones. Otros, mas civilizados, se llevan su lectura a los restaurantes y leen mientras esperan su orden o justo después de comer, almorzar o cenar, inician la digestión mientras avanzan algunas páginas de su libro en turno. Sitios más populares como los de comida callejera podrían quizá ofrecer menos posibilidades de leer, imagine usted leer mientras hace equilibrios para sostener un plato con una orden de taquitos o unas buenas chalupas, una pelona, una tostadita o una tlayuda. Quizá sea posible, si lo logra, tome una foto y comparta la evidencia de su hazaña.

En un entorno más casero quizá las posibilidades de consumir algún tipo de alimento, botanita, snack o bebida, se puedan ampliar aún más, en algunos casos con peligro para la integridad del libro en cuestión o del dispositivo en el que esté leyendo; una pizza, una orden de taquitos, un sándwich, una taza de té o de cafécito casero. Hubo un lector que recomendaba en los días de lluvia elegir un buen libro y hacerse un rico tazón de sopa calientita como receta infalible para encontrar el lado disfrutable de esos días grises. En días mas soleados una bebida helada, un té, un vaso de jugo también pueden acompañar la lectura, en casa, siempre estará la tentación de acudir al refrigerador o a la alacena para hacerse con algo masticable. Asaltar la tiendita cercana y aprovisionarse de frituras, galletitas, caramelos y demás tambien llega a ser una opción aunque en ocasiones la lectura será tan interesante que esto ultimo se convertirá en una decisión muy de pensar.

Por supuesto que habrá quienes en este tema adopten una postura zen y prefieran evitar cualquier tipo de comida, botana o bebida cerca de su lectura, por miedo a manchar o a salpicar su objeto de concentración y disfrute. es también una postura respetable y disfrutable, si puede permitirse ignorar la tentación de mover el diente mientras lee. no obstante, muchos propietarios de libros usados provenientes de bazares atestiguarán que más de uno de sus ejemplares tendrá huellas de comida, manchas de café, rastros de galletas o de alimentos como prueba fehaciente de que muchos, al final sucumben a la tentación de comer mientras leen. Al final como siempre, la cosa es buscarle. disfrute leer mientras come (o no) pero lea, siga leyendo, por favor.

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Librophonia
Dice (el) que hace muchas cosas; algunas se escuchan, otras se leen, otras se ven y hacen ruiditos. Dice que es muchas cosas o poca cosa. Depende.

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