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Librophonia; de los mercados de pulgas o chácharas.

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Aclaramos desde el principio que esta, es una rememoración de hechos, una recopilación de experiencias pasadas y de momentos anteriores a esta pandemia. NO ES UNA INVITACIÓN A RECORRER LOS LUGARES DEL TIPO MENCIONADOS NI ES UNA APOLOGÍA A LA IRRESPONSABILIDAD DERIVADA DE ACUDIR A ESOS SITIOS EN ESTOS MOMENTOS DE EMERGENCIA SANITARIA. Aclarado lo anterior, procedemos a adentrarnos en el texto de esta semana.

Hemos hablado, muchas veces y desde varios ángulos, de los bazares y los sitios de venta de libros usados, de la atmosfera y la buena vibra que desprenden los libreros, los anaqueles, las mesas, todos llenos de libros y revistas; del polvo y el olor a vainilla y de las peripecias, de los precios, de las estafas, de los buenos precios y todas esas cosas, casi místicas que rodean a una visita planeada o inesperada a un sitio de venta de libros usados, momentos maravillosos para todo aquel que disfruta los libros y la lectura. Quizá por el entusiasmo de compartir ideas, nunca por omisión criminal, se ha olvidado otros sitios no tan convencionales para conseguir libros de uso, pero que en algunos momentos y con algo de buena suerte puede proporcionar verdaderas joyas literarias y muchas sorpresas. Estos lugares son, aunque parezca extraño, los mercados de pulgas o las chácharas.

Prácticamente toda ciudad tiene en alguna parte, un mercado de pulgas o una zona de chácharas; varios dependiendo del tamaño de la ciudad, conocidos por mucha gente, estos sitios se instalan en prácticamente cualquier sitio: un camellón, una serie de calles, un terreno baldío, un llano, un parque junto a un multifamiliar, a veces una sección completa de una colonia se transforma en un mercado callejero, por algunas horas o en el caso de ciertos sitios muy conocidos de la ciudad capital, un barrio completo. Estos sitios que surgen en torno a lo que inicialmente fue un mercadito ambulante de comestibles, ofrecen en sus puestos informales, en pequeñas tarimas o en tendidos en el suelo toda clase de cosas, la mayoría de uso y al alcance de todos o casi todos los bolsillos, desde ropa de paca o de uso, herramienta, utensilios de cocina, juguetes, objetos pretendidamente de colección, mochilas, bolsas, equipo usado de trabajo, autopartes, piratería de todo tipo y en menor o mayor medida, libros, que es de lo que estamos interesados.

Recorrer estos lugares es un ejercicio físico por si solo, sortear los pasillos atentos a lo que está a la venta mientras se esquiva un empellón por algún otro transeúnte; lo grato es que de repente en medio de los tendidos o los puestos, rodeados por el olor a comida, verdura y fritura, se puede ir encontrando pequeños montoncitos o hileras de libros y revistas. A veces, entre pilas de herramienta herrumbrada o entre montoncitos de cables o de objetos variados se puede entrever alguno que otro libro, no siempre en condiciones muy cuidadas, a menudo se encuentran libros amarillados de tanto estar al sol, a veces con evidentes huellas de maltrato, en ocasiones con rayones entre las hojas o con lomos desgastados o dañados. A veces, con tristeza, se pueden ver libros deshojados o incluso mojados, ofrecidos ya a peso, ya casi como deshecho.

En estos mercados de pulgas o chácharas, en ocasiones aparecen lotes de libros, incluso bibliotecas enteras rematadas por algún doliente que no gusta de los libros y que, en montones desordenados se ofrecen al costo de una lata de refresco. El que esto escribe, ha visto, así ofrecidas, colecciones de clásicos de la literatura en pasta dura, libros de arte, best-sellers, libros de ciencia ficción, novelas juveniles, clásicos “instantáneos” de esos tan recomendados por los críticos del momento y muchos libros con huellas de haber pasado por las aulas como material de lectura. Todo, a precios en la mayoría de las ocasiones, muy muy accesibles, a veces hasta sorprendentemente baratos. En alguna ocasión incluso se observó un carrito de supermercado adaptado como exhibidor de libros de pasta blanda y en medio de ellos, un pequeño montoncito de novela del boom latinoamericano, orgullosas de mostrarse, aunque estuvieran torcidas y medio manchadas de humedad.

Reiterando que estos sitios, precisamente por su espíritu informal, por las aglomeraciones que presentan y por estar asentados de manera irregular, no ofrecen garantías de seguridad sanitaria y quizá en este momento del mundo, no son precisamente los sitios más seguros, sanitariamente hablando para visitar y transitar por ellos; por ello, se ofrece el presente texto como una opción a considerar, en un futuro, para proveerse de libros de uso, cuando haya pasado la pandemia. Cuando esto termine, podría considerarse una visita a sitios así, para buscar nuevos libros, para seguir leyendo y disfrutando de la lectura.

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Dice (el) que hace muchas cosas; algunas se escuchan, otras se leen, otras se ven y hacen ruiditos. Dice que es muchas cosas o poca cosa. Depende.

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