Después de dos o tres semanas de escribir sobre lectura digital, comentar sobre algunas aplicaciones, los principales formatos de libros digitales; tras ahondar un poco en la configuración básica de una aplicación para lectura de libros digitales y algunos puntos alrededor del tema, me hicieron un comentario nostálgico que dá pie al texto de esta semana.
La discusión principal de este mundo en particular:
¿que puede ofrecer un frío E-book contra el encanto de sostener un libro físico y sus deleites olfativos, estéticos y visuales?
De esa pelea, surgen otras y el ring se hace insuficiente; los que defienden una cosa y desvirtúan la otra; los techies enamorados de la manzanita o del chico bajo el árbol contra los nostálgicos del libro amarillento y manoseado. Los amantes de la caza de libros en bazar o montonera contra los navegantes trasnochadores online y varias más, muchas más, de hecho.
Uno de los temas recurrentes en esas peleas, por otro lado casi siempre inofensivas, es lo maravilloso que es el olor a libro viejo, esa combinación de algo que huele “como a vainilla y polvo” cuyos responsables son La celulosa y la lignina y otras sustancias presentes en la pulpa de papel y que conforme pasan los años entran en un proceso de degradación química de la que resulta ese muy particular aroma. los del bando contrario siempre resisten esta perorata como unos campeones y también la subsecuente, que casi siempre viene en tono de mofa: ¿a que huele un E-book? y hay una respuesta también, una respuesta un poco cínica, pero muy realista: El ebook huele al dispositivo en el que se abre, esto es, sobre todo a plástico o metal. A los nostálgicos o a los puristas a lo mejor les agradaría un aerosol para impregnar sus aparatos con el olor a libro impreso. Otros, tal vez más de los que se piensa, agradecen poder evitar el tacto del papel y de hecho, hubo una vez una iniciativa que ofrecía sprays con determinados olores a libro viejo, mohoso y algunas otras versiones muy “populares” de olores de libros pero que luego resultó ser un fake destinado a mofarse de los fanáticos del olor a libro viejo, también hay una o dos iniciativas serias para ofrecer la experiencia organoléptica (es decir, algo que puede ser percibido por los sentidos) completa para los lectores digitales.
Ambos bandos defienden y pelean esta batalla, que es una de muchas, como ya lo hemos apuntado lineas arriba; aprietan su nariz contra las hojas de su libro o la deslizan suavemente contra el canto de su lector o su dispositivo móvil; aspiran y sonríen. Abren y desplazan las hojas, escuchan el suave crujido de las páginas o deslizan el dedo por la superficie touch o aprietan los botones de desplazamiento hasta encontrar la linea de texto digital. En ambos casos, fruncen el ceño y afinan la mirada y se iluminan los rostros con una sonrisa al encontrar el hilo pendiente en la lectura. al final ambos mundos, a su modo, disfrutan y se maravillan con el vicio de leer. Al final, todos tienen razón a su modo y ambos, se pueden equivocar en alguna cosa.
Al final, como siempre, es un asunto de disfrutar, de encontrar razones para seguir leyendo, la cosa es buscarle.
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