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Después de dos o tres semanas de escribir sobre lectura digital, comentar sobre algunas aplicaciones, los principales formatos de libros digitales; tras ahondar un poco en la configuración básica de una aplicación para lectura de libros digitales y algunos puntos alrededor del tema, seguimos en el ring, con más cosas en torno al tema y que dan pie a otra gran polémica en torno a los libros físicos y digitales.
¿Cual ofrece una mejor experiencia?
Esta es si que es una pelea gorda, porque los partidarios de cada lado defienden fuertemente los puntos fuertes de su elección y al tiempo, con un poco de deportividad desdeñan los del contrario, se intercambian puyas y hasta memes. Hay listas enteras de porqués y de cómos y si, mucha subjetividad en medio de todo. de ambas partes. Hay que aceptarlo.
La defensa de los libros físicos siempre parte de una experiencia organoléptica, es decir, basada en los sentidos físicos: el olor, el color, el sonido, el peso; el goce personal o compartido de sostener un libro y aspirar su olor a vainilla, a tinta, el sonido de las hojas crujiendo cuando son pasadas, el roce de la yema de los dedos en el canto del papel, la emoción de descubrir un grabado o una ilustración al pasar a una nueva página, el peso de un libro bajo el brazo o aumentando la tirantez de la mochila, del bolso. También del arraigo a la tradición o algo parecido; el mito del lector como intelectual, como sabio, como iluminado. Para algunos el llevar un libro siempre dá un caché, para los observadores casuales, el que sostiene un libro y lee merece cierta distancia, incluso cierto silencio en torno a sí, claro, también da pie a un insoportable tipo de persona (para los auténticos lectores al menos), el lector falso, que a todos lados vá con un libro pero que nunca lo lee pero lo usa para darse caché de intelectual.
Los techies tienen una amplia gama de puntos a favor de su elección, desde la posibilidad de añadirle contenido multimedia a su lectura, esto es: vídeo, audio, enlaces a sitios en la red, hasta realidad aumentada. Luego vienen los puntos convenientes: el uso de marcadores, los pies de página, la posibilidad de vincular traductores, diccionarios, lectura en voz (simulada, pero que permite tener las manos libres para otras labores), el subrayar o resaltar con una gran paleta de colores o definir un color para una función específica hasta la posibilidad de compartir una linea favorita en las redes sociales o recomendar el libro completo . La comodidad de que la página no se pierde al dejar el libro, el hecho de que las apps tienen memoria de la última linea leída. Los libros digitales “no pesan” en un sentido físico; a menos que la biblioteca esté en una computadora de escritorio o en una laptop muy pesada y aún así, una colección de libros digitales no tiene mayor peso que el del dispositivo donde esté contenida.
La lista sigue y sigue; las consideraciones artísticas, filosóficas, económicas, ecológicas, hasta místicas. todos tienen su encanto particular, todos están sujetos a consideración y a la aprobación de cada lector; tomemos el caso de un separador de libros de papel, que puede ser desde un pedazo de hoja, un hilo, un estambre, un listón, una fotografía, hasta objetos bellamente artísticos y que por sí solos son objeto de colección por parte de los aficionados a la lectura. Un separador de libros o un marcador digital tiene también sus puntos de apreciación, desde el simple marcador en la lista de páginas a el coqueto emoticón (que puede ser personalizable) en una lista que se despliega a un lado de tu lectura. todo muy respetable, todo muy disfrutable. Las opciones están ahí, la cosa es buscarle.
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