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Librophonia; el momento (perfecto o no) para leer, parte 2

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Cuando se trata de leer, encontramos todo un mundo de curiosidades; costumbres, rituales, posturas, horarios, acompañamientos, snacks, espacios favoritos, vestimentas, tipos de iluminación, métodos de respiración, gadgets, inciensos, grupos de acompañamiento, podcasts, apps que leen por ti y una lista enorme de cosas que van de lo sublime a lo extraño. esta semana (y algunas más) seguiremos navegando entre este particular mar de temas en torno a la lectura.

La semana pasada hablamos de lo importante que es, para muchos, elegir el momento perfecto para tomar el libro o abrir la aplicación o encender el lector digital y que ese momento tiene una serie de condiciones establecidas por cada persona, un checklist, variable y muy particular. Decíamos que nadie elige el mismo momento que los demás y eso, es lo que vuelve especial el momento de leer. Esta semana trataremos sobre los momentos no tan perfectos, no tan adecuados para leer y que, de un modo muy curioso, para algunos son perfectos.

Hay por ahí una generación que iba a las bibliotecas públicas a leer, a consultar libros, a sacar libros de las estanterías y a buscar algún rincón para leer; escapaban de clases y se refugiaban en esos lugares para disfrutar de la lectura; otros, preferían buscar rincones en los parques, en las jardineras de su escuela y trataban de leer, en medio del bullicio. otros leían cuando se presentaba la ocasión. En la actualidad recintos como las bibliotecas siguen activos, siguen teniendo mucha afluencia, muchos lectores y visitantes. los jardines y parques siguen ahí, aunque las condiciones de seguridad no siempre garantizan que sean una buena opción para sentarse a leer un libro o para sacar la tableta o e-reader para leer. Algunos ocupan esos espacios para descansar, para dormir, para relajarse, eso también aplica para las bibliotecas; hay quien ocupa como almohada extraña ciertos tomos del saber académico y dicen, son bastantito cómodos.

Dependiendo de como se juzgue esos pueden ser momentos (y lugares) perfectos o no, para leer. Pero hay más, hay quienes se llevan un buen libro o su dispositivo digital favorito para hacer mas llevadera la espera en el consultorio médico, alguna vez, un lector confesó que leer le relajaba previo a entrar con el dentista y le permitía distraerse del tormento que le suponía el sonido de la fresa dental. Un buen libro siempre acorta o permite aguantar de mejor forma la espera en los trámites de cualquier género, también en las salitas de espera en los bancos, aunque ahí habría que decir que es casi imposible sacar un dispositivo digital para leer, por los protocolos de seguridad de esos lugares, que prohíben el uso de dispositivos digitales. Un buen libro o un dispositivo cargado de libros digitales es una buena y relajante compañía, dicen algunos, para ir al WC, para, bueno, hacer lo que se hace en el sanitario. Otros reprueban ese lugar en particular como sitio adecuado para leer, quizá por los olores, quizá por pudor. Lugar no tan común para leer pero muy disfrutado y que ya hemos comentado es el transporte público, pero en la variedad “cuando el lector vá de pie”, lo que se convierte además en todo un ejercicio de resistencia y flexibilidad. Hay quien lee mientras trabaja o toma clases, escondiéndose, ocultando el libro entre los materiales de trabajo o de estudio, disfrutando además de la adrenalina de ser descubierto y amonestado. Hubo alguna vez, un lector que confesó llevar un libro para hacer mas llevadera su estancia en un velorio, lugar un tanto lúgubre, pero no tan extraño como aquellos que llevan un libro a una cita, quizá en anticipación de que dicho encuentro no sea tan interesante como la lectura que llevan preparada. Podríamos seguir enumerando muchos otros, porque como decíamos, cada lector tiene su momento perfecto y que a los demás quizá no les parezca tanto.

Al final, la cosa es buscarle, buscar el momento que a cada cual le sea adecuado para leer, para disfrutar de las letras, para abstraerse, para distraerse.

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Librophonia
Dice (el) que hace muchas cosas; algunas se escuchan, otras se leen, otras se ven y hacen ruiditos. Dice que es muchas cosas o poca cosa. Depende.

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