La poesía, ese gran género literario que tantos buenos exponentes ha dado México al mundo de los libros, esa fuente inagotable de buenas frases, de multiples plagios adolescentes y en uno u otro momento, base de coqueteos juveniles y en estos tiempos de las redes sociales, de multiples citas destinadas a ser parte de un meme o de una imagen para farsantear, para pretender, para expresar o para hacerse los interesantes. La poesía es un género que causa incomodidad, que genera tedio para algunos y para otros trae recuerdos soporíferos y hasta incomodos; hay que decirlo con honestidad, mucha de esa mala fama tiene un origen escolar, una raíz en las aulas.
Igual que muchos de los asuntos relacionados con la lectura y con los libros, esa flojera, ese tedio implicito en el mismo termino está originado en un tratamiento y en un manejo malo, mal enfocado y sin lugar a dudas ahuyentador. Muchos de los traumas escolares incluyen la participación forzada en esa tradición escolar llamada “poesía coral”, una cosa extraña a medio camino entre una plastica, una declamación y un performance; un grupo de parvulitos, un conjunto de niños en formaciónes, trazando figuras o algo que se pretende sean figuras, con ademanes desganados aprendidos en mañanas de insolación y repetición mecanica. No está de más decir que los ahora adultos, los que caminan poco a poco a la maduréz, los que están en ese limbo llamado adultéz contemporanea e incluso los chavorrucos y los que están en torno a los treintas, recuerdan con incomodidad o total verguenza su paso por esos rituales artísticos, tan comunes en los festivales escolares, actividades pre pandemia, claro está. Tambien se puede contar como parte de los elementos de construcción de ese rechazo, de ese sentimiento soporifero, puede venir de la lectura de los clásicos del siglo de oro, que no son malos por si mismos, que tienen tremendísimos exponentes y mucho material explosivo, mucha picaresca, muchas cosas interesantes y hermosas, pero que de todo eso, se quedaron solo con lo más rigido, con la pura explicación de las reglas, de las métricas, de toda la normativa en torno al género, de todo ese aspecto técnico, acádemico, de formulario, eso que no es malo conocer, pero no como mecanismo de aproximación y encantamiento para los lectores en proceso de formación.
Esto es, claro, una apreciación muy personal, una idea, una posible explicación al porqué de los suspiros, de las sonrisas forzadas, de las miradas condescendientes cuando de leer poesía se trata, de esos momentos tensos cuando se comenta sobre tal o cual libro. Empero, todo lector tiene uno o dos libros de poesía dentro de sus estantes, de sus libreros; hay mucha buena poesía, mas allá de lo que nos espantó en los tiempos escolares, hay grandes, grandiosos ejemplos de poemas, de todos los tipos, en todos los tonos, acordes a casi toda situación; pueden desfilar listas enormes de autores de todos los tiempos; Quevedo, Gongora, Sor Juana, de la Barca, Lope. Podemos hablar de épicas de todas las épocas, El Cid, la Araucana, Martín Fierro y otros. De mucho amor esculpido en versos y rimas, Neruda, Benedetti, Storni, Vallejo, Paz, Borges, Burgos, Sabines, Nervo, Montejo, Alegría y Nazoa. Y hasta de experimentos cruzando poesía y ciencia ficción u otros géneros. la lista es amplia, hay mucha buena poesía por leer, muchos buenos libros perdidos por la red y por los bazares, por las librerías.
Aqui es cuando toda esa mala fama injustificada, toda esa mala sangre inmerecida se expresa en malos precios a las buenas obras de poetizas y poetas; mucho buen libro del género puede ser encontrado a precios bajísimos, muchos libros de buena poesía aparecen en descuento. Quizá sea buena idea dejar esos malos recuerdos e ir a excavar, a navegar, a buscar un buen libro de poesía y darle otra oportunidad al género. ¿será posible considerar la idea?.
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