Decíamos, en semanas anteriores que cuando se trata de leer, encontramos todo un mundo de curiosidades; gadgets, inciensos, grupos de acompañamiento, vestimentas, soundtracks, snacks, espacios favoritos, tipos de iluminación, métodos de respiración, podcasts, apps que leen por ti, costumbres, rituales, posturas, horarios y una lista enorme de cosas que van de lo sublime a lo extraño. En esta ocasión hablaremos de de cuando se lee en compañía de otra persona, de cuando se comparte el momento de leer con alguien (o algunos) más.
La lectura, como ya hemos repasado y enfocado desde diferentes ángulos, lo hemos machacado y reiterado, es, un proceso de abstracción, de inmersión, de zambullirse en las lineas, en los renglones, en las letras alineadas una tras otra; es ensimismarse, pues. Pero, en algunos momentos y en ciertas circunstancias leer en compañía de alguien más es una forma muy interesante y enriquecedora.
Se aprende a leer de modo acompañado, asistido por un mentor, quien primero nos guía, luego nos supervisa y luego nos acompaña (mas o menos por ahí es el proceso); luego, en un punto, cada quien lee por si mismo y ya de ahí, muchos leerán solo lo necesario, lo que pidan que se lea y nadamas, otros leerán por gusto y elección personal y de ese punto saldrán los lectores lúdicos. Luego, con el tiempo, los que leen por placer, descubren que hay otros que también leen , algunos agrupados, otros, en solitario. En ambos casos en algún punto surgirá la necesidad de compartir, de intercambiar ideas, de comentar con alguien más sobre las lecturas en común o sobre las lecturas particulares de cada quien; como medio para enriquecer la lectura cuando se coincide en el libro o para recomendar o recibir puntos de vista sobre el libro propio o el del otro.
De los grupos de lectura se puede decir mucho, se les puede encontrar en casi cualquier red social, es relativamente sencillo encontrarlos en casi cualquier ciudad, en toda escuela, incluso en algunas empresas se fomentan como medio de cohesión organizacional y como punto de reunión informal. surgen también como esfuerzos comunitarios en ciertas zonas urbanas o rurales; hace años hubo políticas culturales que fomentaron la creación de bibliotecas comunitarias y clubes de lectura con resultados variables, algunos aciertos brillantes y alguno que otro descalabro. Es el club de lectura el sitio básico donde la lectura se puede realizar en compañía. Donde puede leerse en comunión con otros; se lee el mismo libro y se comenta o se leen libros diferentes y se trata de compartir la experiencia.
Lo interesante de leer el mismo libro, de compartirlo con alguien más, de compartir el ensimismamiento producto de la lectura es, como ya lo hemos dicho, una especie de comunión, en cierto modo espiritual, emotivo por donde se le vea, es un momento intimo, sin malas acepciones en el termino. Leer acompañados es compartir un espacio físico, también es un ejercicio intelectual que se ejerce en colectividad (desde dos hasta un salón completo); es permitirse ser incluido en una burbuja de ideas y pensamientos en torno a un tema y dejarse conocer y permitir conocer los procesos de pensamiento y de apropiación de ideas y conocimiento tanto propios como de otros. Se lee acompañado y es otra forma de disfrutar de la literatura, en el formato que se quiera. en físico, es también una forma de iniciar conversaciones, de forjar y reforzar amistades, de integrarse a otros núcleos sociales. En formatos digitales es una forma de mantener contacto a distancia, si se comparten archivos con personas en otro espacio físico, al tiempo que las aplicaciones permiten integrar comentarios al documento, colocar notas, agregar detalles personales y compartirlos a veces en tiempo real con los que estén leyendo el mismo archivo.
En ciertos momentos, es también un acto que puede compartirse con la pareja, con la familia, con los amigos. En todos los casos, como siempre, es buscar y rebuscar formas de seguir disfrutando del vicio delicioso que es leer.
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