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Librophonia; leer mas para creer menos (1)

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Para nadie, es una novedad que vivimos en una sociedad “en red”, en muchos aspectos estamos inmersos en una realidad hiperconectada, llena de información, de formas de saber y de conocer y de informarse, de aprender y de entender. Tampoco debe extrañar que toda esa “hiperconexion” en algún punto nos ha llevado a una “intoxicación”, a una saturación, sobre todo por la enorme presencia que las redes sociales y la mensajería instantánea han tomado en estos mundos arriba mencionados. Todos tienen acceso a la información y todos pueden generar información y compartirla, extenderla.

La información, en un entorno tan visual, por supuesto que está creada para ser leída, se espera además que sea asimilada, comentada y compartida, al final, muchos de los que la producen también persiguen fines de lucro, de una forma u otra; los RT, los forwards, shares y demás son algunas de las nuevas formas mediante las que, la info genera ganancias, dividendos, beneficios. En todos los casos, nótese que el fin es la reproducción, la extensión de lo que fue generado, que de uno se conozca a dos y de dos a cuatro y la progresión puede ser gigantesca (o no). De esta progresión, de este “reguero”, conocido como viralización, puede surgir una nota, una información, un texto, que genere mucho, además de lo económico; reacción, comentarios, difusión, reflexión y todo lo que viene por este camino.

En estos tiempos de emergencia sanitaria, la información ha sido la manera en que muchos se han educado, han aprendido, han entendido y han generado formas de sobreponerse a la situación, lo que se lee en las pantallas ha sido la manera en que hemos conocido al causante de estos tiempos y también leyendo se han establecido pautas de comportamiento, prevención, cuidado y combate al flagelo que nos aqueja a todos; mediante la lectura es que se ha conocido de los efectos, de los daños a la salud mental y emocional, de los avances en la medicina y en la experimentación de vacunas, han surgido manuales de atención personal, de cuidados en casa, de apoyo comunitario y de todo tipo de cosas para estos tiempos que corren. No hay que ahondar demasiado en el punto de que la lectura en pantallas se convirtió en una de las herramientas educativas y que mucho (otros dicen que muy poco) de lo que se aprendió en estos tiempos se hizo leyendo en linea o con productos que corrieron por la red.

Hemos aprendido mucho leyendo y de variadas formas; en rafagas de 200 y tantos caracteres, en unas cuantas lineas al pie de imágenes ilustrativas, en amplios reportajes visuales, en boletines muy elaborados, en infografías de todo tipo que informaron, educaron, enseñaron y ayudaron. Lamentablemente, en medio de todo, surgieron también muchas fuentes de información destinada no a enseñar, sino a desinformar, a exagerar, a deformar. Nacieron o alzaron la mano para decir que nunca se han ido, que “el boca a boca”, el “rumor”, la habladuría, la patraña que antes eran pasquines fotocopiados o dichos “oídos al pasar”, se hicieron de un lugar en esta realidad digital y se convirtieron en productores también de información o mas bien de desinformación y de generación de miedo y confusión.

Buscando un poquito, se pueden leer y conocer estudios enormes que hablan que uno de los grandes problemas que está surgiendo en esta época es el miedo generado por la hiperinformación, por el exceso de noticias, por el amontonamiento de lecturas. En algún punto de esos textos se podrá entrever que el problema no es tan solo el leer mucho, sino que mucho de eso, al ser falso o exagerado o con fines de desinformación llegó a generar problemas de ansiedad, de estrés, de miedo. Ese miedo llegó a ser medible, a ser estadística porque esa información se hizo viral, se extendió, creció por la red. Muchos, de esos lectores podrán señalar que la información parecía muy “confiable”, “muy como si lo pensara uno mismo”. y es que esa es la receta, que cuando mas una fake-news (tal es el nombre de todas estas patrañas electrónicas) se parezca a la forma de pensar convencional, mas creíble podrá ser. de ahí que una nota “como yo la pienso” puede llegar hasta a 10 mil personas y una nota bien redactada y bien informada puede llegar apenas a unas 400 o quizá 1000. Si además tiene contenido político o social, la velocidad de propagación es del triple de una noticia real.

Mucho de este tiempo y muchos de los malos momentos han sido moldeados precisamente por la lectura y propagación de este tipo de cosas, reforzadas por una adecuada imagen visual, unos cuantos logotipos “oficiales”, la mención de algunos nombres que suenan serios o internacionales, la integración de fuentes pretendidamente académicas y el citado de fuentes “científicas” o que suenan a ciencia. Habrá así unos cuantos cientos de funcionarios fantasma, de empresarios, muchos científicos, muchos profesores, muchos analistas y varias otras decenas de títulos, puestos y funciones serias mediante las que se pretende dar seriedad a una información alarmista, fatalista o completamente criminal. Abundan los “estudios”, las “declaraciones”, los “expertos arrepentidos”, los “funcionarios que renunciaron y cuentan la verdad” y demás.

De esto, hay mucho, hay muchas formas en que la patraña, la mentira, la desinformación, puede llegar a nuestras pantallas, a nuestras fuentes de lectura. Aquí, en primera instancia, se trata de leer con cierto espíritu crítico, con un cierto desapego y con un poquito de lógica, contrastando, comparando y teniendo más de una fuente de información al respecto. Con esto, se puede seguir leyendo en estos tiempos y no caer en la trampa de creer lo primero que nos llegue. Seguimos en este tema, por ahora, no crea todo lo que lea.

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Librophonia
Dice (el) que hace muchas cosas; algunas se escuchan, otras se leen, otras se ven y hacen ruiditos. Dice que es muchas cosas o poca cosa. Depende.

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