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Librophonia; Los libros y el final del año

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Cada fin de año, hay por ahí todo un cumulo de organismos dedicados a la promoción de la lectura y a estudiar los hábitos de lectura de las poblaciones que sueltan estadísticas de cómo se ven estas situaciones y como han sido modificados por las condiciones económicas, sociales, culturales y de toda índole. Cada año, en algún punto del recuento de las cosas, en los medios especializados, en los suplementos culturales y a veces escapándose de la sección, en los titulares, se comentan estas estadísticas, casi siempre reduciéndola a porcentajes muy específicos; número de lectores, numero de libros, poco más allá.
No está mal señalar que es así, tampoco es malo aceptar que mucha de la información que se produce y se desprende de estos estudios es muy aprovechable y muy interesante de conocer. En esos estudios, que por lo general están a disposición de todo el que esté interesado, pueden encontrarse datos útiles para el docente, para el vendedor de libros, para el que haga promoción y fomento a la lectura y también para los padres de familia; todos, con un poco de paciencia pueden sacar cosas para mejorar su labor, para ayudar mejorar las estadísticas negativas en esos estudios y si, también para reflexionar que cosas no se están haciendo bien y mejorarlas.
Al final de cada año, por lo general todos hacen una lista de propósitos para el siguiente; dietéticos, de disciplina, de trabajo, de comportamiento, de civilidad, ¿Por qué no hacer el propósito de mejorar como lectores? ¿Por qué no agregar a esa lista de intenciones el ayudar, el incentivar a otros a leer? ¿Por qué no en esa lista de cosas para hacer añadir una donación de libros? Suena bien, ¿no?
Se puede comenzar haciendo un recuento honesto de cuantos libros realmente se leyeron durante el año; aunque se dice que los libros escolares y técnicos o de formación profesional no cuentan, en realidad, deberían de contar. Son conocimiento, son formación, es cultura, de un modo u otro. Los niños de primaria, por ejemplo, leen todo el año escolar, durante su estancia en la escuela tienen acceso a 5 libros, en promedio (hay grados que usan hasta 8 y otros solo 4) y en ellos, vienen integradas infografías, pequeños textos informativos, otros tantos formativos, de cultura y conocimiento general. Los grados secundario y medio por lo general leen unos 7 u 8 y al menos por grado o por semestre o cuatrimestre, les añaden uno más de lectura propiamente dicho. Estos ya incluyen de manera más fuerte los añadidos anteriormente mencionados e incluso aparece en alguna parte de esos grados un taller de lectura, una clase de literatura seriada o incluso talleres formativos de literatura o teatro, donde la lectura se vuelve obligatoria. Además de que hay materias del área de educación socioemocional, como educación cívica, ética, artes, historia y otras, donde la lectura también forma una gran parte de los materiales de trabajo. los universitarios y los adultos de una forma u otra tienen acceso a libros, ya sea en las aulas o en capacitación y todos, al final, son materiales formativos, informativos y de conocimientos.
Pero, ¿hay libros leídos más allá de los escolares y los del trabajo? ¿Cuántos de esos realmente fueron terminados? ¿Cuántos fueron simplemente comprados en un impulso de tsundoku? ¿Cuántos de esos simplemente cambiaron del librero del vendedor a nuestro librero? ¿Cuántos han sido leídos y disfrutados y cuantos otros han sido medio hojeados y odiados o simplemente relegados al olvido?.
Podemos hacer este ejercicio con honestidad y de este recuento podemos sacar alguna reflexión que nos ayude a generar propósitos para mejorar como lectores y como incentivadores de la lectura. Haciendo esta reflexión en tono honesto puede darse el caso que nos demos cuenta que tenemos libros que simplemente han cumplido un ciclo en nuestro librero, en nuestra vida como lectores y estos libros pueden formar un pequeño lote destinado a la donación, al regalo filantrópico y desinteresado para ayudar a otros a formar su propia biblioteca y a su vez reforzar sus hábitos de lectura.
¿Es posible? Usted, querido lector, ¿puede hacerlo?
Ojalá si. Como todo el año lo hemos comentado, la cosa es buscarle.
Reciban todos ustedes, los muchos o pocos que leen este esfuerzo por ayudar a la lectura, un abrazo sincero y honesto y todos los buenos deseos para este año que comenzará pronto. Reciban también la esperanza de que pese a toda la tribulación, seguiremos adelante y seguiremos leyendo.

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Librophonia
Dice (el) que hace muchas cosas; algunas se escuchan, otras se leen, otras se ven y hacen ruiditos. Dice que es muchas cosas o poca cosa. Depende.

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