Durante algunas semanas hemos ido comentando que cuando se trata de leer, se encuentran toneladas de curiosidades; gadgets, inciensos, grupos de acompañamiento, vestimentas, soundtracks, snacks, espacios favoritos, tipos de iluminación, métodos de respiración, podcasts, apps que leen por ti, costumbres, rituales, posturas, horarios, listas enormes de cosas raritas y curiosas. esta semana, ampliaremos una reflexión escuchada en el transporte público en torno al porqué los niños y los adolescentes (en algunas casas y casos, tampoco generalizaremos) no quieren leer.
Este tema ampliado es para alguna mamá o papá; una maestra o dos o tres; es un punto de vista personal, reflexivo y no pretende ser definitivo, con sus errores de apreciación y sesgos académicos, lamentablemente tampoco es parte de alguno de los manuales en torno al fomento a la lectura y está sujeto y dispuesto a recibir criticas de los que si le hacen a esas cosas, también a los sectarios y a la intelectualidad en general. aclarado lo anterior, una vez más, ahí va la idea ampliada.
Todos han escuchado alguna vez la frase “es que los jóvenes y/o los niños de ahora no quieren leer”, matizada, reacomodada, estereotipada, con voz chillona, en tono de nostalgia, con cierto aire de reprobación o de reproche, en tono académico, docto o de mofa. El ahora es relativo, es atemporal, la semana anterior decíamos que es casi una plantilla adaptable a cada generación, por tanto, en cada generación adquiere sus propias formas y es moldeada a los usos y costumbres de cada época. Se anotó también que en cada tiempo, en realidad si que hay lectores nuevos, pero que no siempre siguen las reglas fijadas por los “mayores” y de ese desacuerdo surge la censura, Así en todos los casos los lectores fueron inspirados y recibieron ejemplo de amor por los libros de algún familiar; del mismo modo, los que no quisieron leer y fueron censurados, expresan como un factor (no siempre, pero casi) provenir de entornos donde la lectura no era una costumbre. Siguiendo estas lineas podríamos presumir que la lectura como costumbre y como afición es un asunto heredado, heredáble y de ejemplo al igual que su contraparte.
La mayoría de los aprendizajes iniciales de un niño provienen de su entorno familiar; los esbozos de lenguaje, las reglas básicas de comportamiento y civilidad; nociones de seguridad, higiene, sanidad. El niño aprende a hablar en casa, a comportarse, a comer, sus primeros pasos se dan de los brazos de un familiar a otro; ¿porqué negar la posibilidad entonces de que sus primeros hábitos, sus primeras curiosidades lectoras, las más tempranas aproximaciones a un libro también puedan darse en esos mismos entornos? ¿porqué siempre intentar relegar esas obligaciones al ámbito escolar? los niños aprenden imitando muchas cosas básicas, de modo que es bastante lógico y muy posible, que adquieran el interés por los libros mediante la simple observación de un familiar adulto leyendo, haciéndolo participe de la lectura, escuchando leer a alguien. Un cuento por las noches antes de dormir, una pequeña historia, unos párrafos leídos en algún momento de la tarde, un poco de lectura asistida hacen maravillas en la formación de hábitos de lectura en los niños, que luego serán jóvenes que leen, que se han formado en esa idea y que poco a poco crean sus propias rutinas de lectura.
Dicho de otro modo, un niño que crece mirando a un familiar que lee, que lo invita a leer o que le comparte lecturas y lo integra a los libros será poco después un escolar y un adolescente y un joven que tiene en sí el amor por la lectura; mas crudamente, usted como madre o padre de familia no puede pedir que sus hijos, niños o jóvenes, tengan desarrollados hábitos de lectura si usted, como persona jamás ha dado ejemplo ni ha mostrado interés en cultivarlos en sí mismo y mucho menos en transmitirlo a sus descendientes. Como muchas conductas aprendidas, la lectura puede ser aprendida y comenzar como un proceso de imitación, de modo que, los invito a leer con sus hijos, con sus hermanos pequeños, acérquenlos a los libros, no a esos grandes dinosaurios llenos de páginas y páginas; compartan cuentos cortos, pequeñas historias, compartan ideas de lo que leen, acérquenlos a los libros adecuados para sus edades. verán como pronto, ellos solos comienzan a pedir más libros, mas historias.
Los niños y los jóvenes SI QUIEREN LEER, la cosa aqui, es buscarle como generar y mantener su interés en ello.
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